Robert m
2013-05-30 22:18:03 UTC
Diario Perfil - 25/01/1974: El dÃa que Perón retó a Montoneros
por TV
Les dijo que "se fueran del movimiento si no estaban contentos". La
historia del inicio de una semana trágica. Perón en 1974, dando uno
de sus discursos desde la Casa Rosada. Detrás, Isabel. Foto: Cedoc
El presidente Juan Perón aprovechó el ataque de la guerrilla
trotskista al cuartel militar de Azul, hace exactamente 35 años, para
desembarazarse del gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain, que se
habóa aliado a Montoneros, e impulsar en el Congreso la aprobación
de leyes más duras contra los grupos insurgentes. Esas reformas eran
rechazadas por una treintena de diputados, en su mayoría montoneros,
que fueron citados por Perón a una audiencia en Olivos. Allí, los
esperó con las cámaras de TV y los retó en público, en el
anteúltimo capítulo de su ruptura con Montoneros. Un día como hoy,
hace 35 años, el Congreso sancionó una reforma al Código Penal
propuesta por el presidente Juan Domingo Perón que endureció las
leyes contra los grupos guerrilleros que desafiaban su poder, a los que
cinco días antes había llamado "grupos terroristas" y "verdaderos
enemigos de la Patria". Fue el punto culminante de una tensa semana que
había comenzado con el cruento ataque del Ejírcito Revolucionario
del Pueblo (ERP), trotskista, al cuartel de Azul, y que siguió con un
durísimo mensaje de Perón en su uniforme de teniente general por
radio y TV; con el alejamiento del gobernador de Buenos Aires, Oscar
Bidegain, un aliado de Montoneros; con una áspera reunión televisada
entre Perón y diputados disidentes, y con la renuncia de ocho de estos
legisladores, en su mayoría vinculados a Montoneros, que luego fueron
expulsados del peronismo. Una semana trágica en las relaciones entre
Perón y los montoneros, un anticipo del episodio final de la ruptura
entre el General y la que había sido su "juventud maravillosa", que
llegaría a los pocos meses, el 1º de mayo de 1974.
En toda esta semana en la que el peronismo estuvo con las tripas al
aires sobrevoló el fantasma del secretario general de la CGT,
José Ignacio Rucci, el alfil de Perón en el sindicalismo, que
había sido asesinado por un pelotón de Montoneros el 25 de
septiembre de 1973, en la llamada "Operación Traviata". Perón
aludió a él el 22 de enero de 1974, cuando apostrofó a los
diputados que se negaban a aprobar sus reformas al Código Penal. "¿Y
nos vamos a dejar matar? Lo mataron al secretario general de la
Confederación General del Trabajo, están asesinando alevosamente y
nosotros con los brazos cruzados porque no tenemos una ley para
reprimirlos."
Todo comenzó el sábado 19 de enero de 1974 por la noche, cuando un
centenar de guerrilleros del ERP al mando de Enrique Gorriarán Merlo
atacaron el Regimiento de Caballería Blindada de Azul, en el interior
de la provincia de Buenos Aires. Fue un desafío importante a Perón,
que, luego de un largo exilio, había vuelto al gobierno por tercera
vez. El ERP nunca abandonó las armas durante la democracia peronista,
y en aquella ocasión puntual su objetivo más inmediato fue
apropiarse de unos quinientos fusiles para abastecer su frente en
Tucumán, el foco con el cual pretendían incendiar la pradera
capitalista y concretar la revolución socialista. En sus memorias De
los Setenta a La Tablada, Gorriarán Merlo recuerda que "era una
acción bastante compleja. Hicimos una concentración previa, acáa
en Buenos Aires, y de ahi, en distintos vehículos, arrancamos. El plan
consistía en, primero, ocupar una casa de un profesional de la zona
que estaba en las cercanías del cuartel, lo que efectivamente se hizo
a las 8 de la noche del 19 de enero. Más o menos a las 10, el resto de
los compañeros entramos a la casa, nos pusimos los uniformes y nos
pertrechamos con todo lo que íbamos a llevar para la acción.
Dividimos los grupos y salimos rumbo al cuartel". Gorriarán Merlo y
sus guerrilleros no pudieron lograr sus objetivos aunque mataron al jefe
del cuartel, el coronel Camilo Gay, a su esposa y a un soldado. Luego de
un intenso tiroteo, los "erpianos" se retiraron con algunas bajas y
llevando de rehén al subjefe del cuartel, el teniente coronel Jorge
Igarzábal, quien apareció muerto diez meses más tarde.
Perón reaccionó enseguida: se calzó su traje de teniente general y
a las 21.08 del domingo 20 de enero apareció en radio y TV para
pronunciar sus palabras más duras desde su regreso a la Argentina.
"Hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de
peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que vienen operando en
la provincia de Buenos Aires ante la evidente desaprension de sus
autoridades. Es indudable que ello obedece a una impunidad en la que la
desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o lo que sería peor, si
mediara, como se sospecha, una tolerancia culposa." Esta última frase
fastidió al gobernador de Buenos Aires, Bidegain, un experimentado
peronista de, precisamente, Azul. Con Bidegain parece haber pasado lo
mismo que con el ex presidente Héctor Cámpora, otro político que
se debatía entre su lealtad de siempre a Perón, probada en varias
batallas, y el deslizamiento de buena parte de su entorno a posiciones
afines a las de Montoneros. Lo cierto es que para entonces, ya Perón
había decidido sacarse de encima al gobernador; no le tenía
confianza y aprovechó el ataque del ERP para obligarlo a dar un paso
al costado, en el marco de una "depuración" de la izquierda de su
Movimiento. El 22 de enero, Bidegain presentó su renuncia y fue
reemplazado por su vice, Victorio Calabró, de la Unión Obrera
Metalúrgica, en lo que fue un claro triunfo de la derecha partidaria.
Perón también aprovecho para acelerar la aprobación por parte del
Congreso de un proyecto de ley para reformar el Código Penal, que
había sido enviado por su gobierno en octubre de 1973. Se trataba de
endurecer la represión a la guerrilla e incluia cambios en la figura
de la asociación ilícita y mayores penas contra la tenencia de armas
de guerra. En su mensaje del domingo 20 de enero de 1974, Perón
había prometido que tomaría las "medidas pertinentes para atacar el
mal en sus raíces. El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal
es una tarea que compete a todos".
~
Enojo. Fotomontaje de la reunión en Olivos del 22 de enero de 1974,
cuando Perón lanzó duras palabras contra los "infiltrados", en
alusión a la cúpula montonera.
Pero, la reforma del Código Penal venía siendo resistida por
Montoneros y sus diputados, como el bonaerense Carlos Kunkel, que en
aquel momento era el "responsable", el jefe, en La Plata de un también
joven Néstor Kirchner. Además, tenían objeciones otros diputados
que, sin pertenecer a "La Orga", el sobrenombre de entrecasa de
Montoneros, guardaban buenas relaciones en ese reducto, como Nilda
Garré, la actual ministra de Defensa, y Santiago Díaz Ortiz, en las
huestes ahora de Roberto Lavagna.
A través del secretario general de la Presidencia, Perón invitó a
los díscolos a una reu-nión con él en Olivos. Dijo que quería
conocer sus objeciones, pero les tendió una trampita: ordenó toda
una escenografía y que el encuentro fuera transmito por TV, en vivo y
en directo. En el fondo de la residencia se levantó una tarima y sobre
ella fue apoyado el imponente escritorio del General. Enfrente, al ras
del piso, fueron ubicadas las sillas de los diputados disidentes. Apenas
la treintena de sorprendidos invitados se sentó, aparecieron Perón;
Isabel, que era la vicepresidenta; todo el Gabinete, incluido claro
está, el cada vez más poderoso ministro de Bienestar Social, Jose
López Rega; los titulares del Senado y de la Cámara de Diputados, y
hasta los jefes de los bloques parlamentarios del oficialismo. Muy
bien, señores, ustedes pidieron hablar conmigo. Los escucho. ¿De
qué se trata? abrió el fuego Perón. Los diputados fueron
presentando sus objeciones. Díaz Ortiz, un abogado que había sido
apoderado de Perón durante el exilio del General en Madrid, tenía
cuestionamientos técnicos o jurídicos. "Algunos artículos de la
reforma del Código Penal creaban varias figuras en blanco para que los
jueces pudieran fallar sobre actos de guerrilla. Nosotros decíamos que
eso era un peligro para el funcionamiento de las organizaciones
políticas y sociales, y que cercenaban las libertades políticas y
civiles", recuerda ahora. La respuesta puntual de Perón fue que el
eventual delito de asociación ilícita debía ser configurado por el
juez en cada situación específica, pero el motivo de la reunión no
era, ciertamente, un debate jurídico. En realidad, Perón no los
necesitaba para que el Congreso aprobara sus reformas, sino que
parecía empeñado en otro objetivo: actuar un amplificado reto a los
diputados díscolos y obligarlos a tomar una posición, en contra de
la lucha armada. Les advirtió que quienes no lo harían, debían
considerarse afuera de su Movimiento.
Toda esta discusión debe hacerse en el bloque. Y cuando el mismo
decida por votación lo que fuere, ésta debe ser palabra santa para
todos los que forman parte de él; de lo contrario, se van del bloque.
Y si la mayoría dispone, hay que aceptar o irse. El que no está
contento... se va. Por perder un voto no nos vamos a poner tristes.
Perón era un militar y tenía experiencia en el manejo del Estado:
sabía que su gobierno no tendría mucho futuro si no lograba frenar
la violencia política. Ahí fue cuando sacó a relucir el asesinato
de Rucci y el ataque al cuartel de Azul. En este momento, con lo que
acabamos de ver, en que una banda de asaltantes invoca cuestiones
ideológicas o políticas para cometer un crimen, ¿ahí nosotros
vamos a pensar que eso lo justifica? ¡No! Un crimen es un crimen,
cualquiera sea el pensamiento o el sentimiento o la pasión que impulse
al criminal.
Perón afirmo que había dos caminos para combatir a la guerrilla:
dentro de la ley y fuera de la ley. Dijo que el gobierno no debía
ponerse en el mismo nivel que los insurgentes porque eso llevaría a la
Argentina a "la ley de la selva", pero reclamó leyes más duras.
Queremos seguir actuando dentro de la ley y para no salir de ella
necesitamos que la ley sea tan fuerte como para impedir esos males.
Ahora bien: si nosotros no tenemos en cuenta a la ley, en una semana se
termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a
usted y lo mato, que es lo que hacen ellos. De esa manera, vamos a la
ley de la selva y dentro de la ley de la selva, tendría que permitir
que todos los argentinos portaran armas. Necesitamos esa ley, porque la
Repíblica está indefensa.
Dos días después, el 24 de enero de 1974, renunciaron a sus bancas
ocho diputados de los que, alrededor de 30 que habían ido a Olivos,
entre ellos Kunkel y otros montoneros: Roberto Vidaña, Aníbal
Iturrieta, Armando Croatto y Rodolfo Vittar. Al día siguiente, el 25
de enero de 1974, el Congreso sancionó la reforma de Perón e
inmediatamente después el Consejo Superior Peronista expulsó a los
ocho diputados renunciantes. Poco más de tres meses después, el 1o
de Mayo, se consumaría la ruptura definitiva entre Perón y los
montoneros.
~~~~~~~
Fuente: Diario Perfil
Autor: Ceferino Reato
Diario Perfil - 25/01/1974: El dÃa que Perón retó ... Sala de
prensa habilitada
por TV
Les dijo que "se fueran del movimiento si no estaban contentos". La
historia del inicio de una semana trágica. Perón en 1974, dando uno
de sus discursos desde la Casa Rosada. Detrás, Isabel. Foto: Cedoc
El presidente Juan Perón aprovechó el ataque de la guerrilla
trotskista al cuartel militar de Azul, hace exactamente 35 años, para
desembarazarse del gobernador de Buenos Aires, Oscar Bidegain, que se
habóa aliado a Montoneros, e impulsar en el Congreso la aprobación
de leyes más duras contra los grupos insurgentes. Esas reformas eran
rechazadas por una treintena de diputados, en su mayoría montoneros,
que fueron citados por Perón a una audiencia en Olivos. Allí, los
esperó con las cámaras de TV y los retó en público, en el
anteúltimo capítulo de su ruptura con Montoneros. Un día como hoy,
hace 35 años, el Congreso sancionó una reforma al Código Penal
propuesta por el presidente Juan Domingo Perón que endureció las
leyes contra los grupos guerrilleros que desafiaban su poder, a los que
cinco días antes había llamado "grupos terroristas" y "verdaderos
enemigos de la Patria". Fue el punto culminante de una tensa semana que
había comenzado con el cruento ataque del Ejírcito Revolucionario
del Pueblo (ERP), trotskista, al cuartel de Azul, y que siguió con un
durísimo mensaje de Perón en su uniforme de teniente general por
radio y TV; con el alejamiento del gobernador de Buenos Aires, Oscar
Bidegain, un aliado de Montoneros; con una áspera reunión televisada
entre Perón y diputados disidentes, y con la renuncia de ocho de estos
legisladores, en su mayoría vinculados a Montoneros, que luego fueron
expulsados del peronismo. Una semana trágica en las relaciones entre
Perón y los montoneros, un anticipo del episodio final de la ruptura
entre el General y la que había sido su "juventud maravillosa", que
llegaría a los pocos meses, el 1º de mayo de 1974.
En toda esta semana en la que el peronismo estuvo con las tripas al
aires sobrevoló el fantasma del secretario general de la CGT,
José Ignacio Rucci, el alfil de Perón en el sindicalismo, que
había sido asesinado por un pelotón de Montoneros el 25 de
septiembre de 1973, en la llamada "Operación Traviata". Perón
aludió a él el 22 de enero de 1974, cuando apostrofó a los
diputados que se negaban a aprobar sus reformas al Código Penal. "¿Y
nos vamos a dejar matar? Lo mataron al secretario general de la
Confederación General del Trabajo, están asesinando alevosamente y
nosotros con los brazos cruzados porque no tenemos una ley para
reprimirlos."
Todo comenzó el sábado 19 de enero de 1974 por la noche, cuando un
centenar de guerrilleros del ERP al mando de Enrique Gorriarán Merlo
atacaron el Regimiento de Caballería Blindada de Azul, en el interior
de la provincia de Buenos Aires. Fue un desafío importante a Perón,
que, luego de un largo exilio, había vuelto al gobierno por tercera
vez. El ERP nunca abandonó las armas durante la democracia peronista,
y en aquella ocasión puntual su objetivo más inmediato fue
apropiarse de unos quinientos fusiles para abastecer su frente en
Tucumán, el foco con el cual pretendían incendiar la pradera
capitalista y concretar la revolución socialista. En sus memorias De
los Setenta a La Tablada, Gorriarán Merlo recuerda que "era una
acción bastante compleja. Hicimos una concentración previa, acáa
en Buenos Aires, y de ahi, en distintos vehículos, arrancamos. El plan
consistía en, primero, ocupar una casa de un profesional de la zona
que estaba en las cercanías del cuartel, lo que efectivamente se hizo
a las 8 de la noche del 19 de enero. Más o menos a las 10, el resto de
los compañeros entramos a la casa, nos pusimos los uniformes y nos
pertrechamos con todo lo que íbamos a llevar para la acción.
Dividimos los grupos y salimos rumbo al cuartel". Gorriarán Merlo y
sus guerrilleros no pudieron lograr sus objetivos aunque mataron al jefe
del cuartel, el coronel Camilo Gay, a su esposa y a un soldado. Luego de
un intenso tiroteo, los "erpianos" se retiraron con algunas bajas y
llevando de rehén al subjefe del cuartel, el teniente coronel Jorge
Igarzábal, quien apareció muerto diez meses más tarde.
Perón reaccionó enseguida: se calzó su traje de teniente general y
a las 21.08 del domingo 20 de enero apareció en radio y TV para
pronunciar sus palabras más duras desde su regreso a la Argentina.
"Hechos de esta naturaleza evidencian elocuentemente el grado de
peligrosidad y audacia de los grupos terroristas que vienen operando en
la provincia de Buenos Aires ante la evidente desaprension de sus
autoridades. Es indudable que ello obedece a una impunidad en la que la
desaprensión e incapacidad lo hacen posible, o lo que sería peor, si
mediara, como se sospecha, una tolerancia culposa." Esta última frase
fastidió al gobernador de Buenos Aires, Bidegain, un experimentado
peronista de, precisamente, Azul. Con Bidegain parece haber pasado lo
mismo que con el ex presidente Héctor Cámpora, otro político que
se debatía entre su lealtad de siempre a Perón, probada en varias
batallas, y el deslizamiento de buena parte de su entorno a posiciones
afines a las de Montoneros. Lo cierto es que para entonces, ya Perón
había decidido sacarse de encima al gobernador; no le tenía
confianza y aprovechó el ataque del ERP para obligarlo a dar un paso
al costado, en el marco de una "depuración" de la izquierda de su
Movimiento. El 22 de enero, Bidegain presentó su renuncia y fue
reemplazado por su vice, Victorio Calabró, de la Unión Obrera
Metalúrgica, en lo que fue un claro triunfo de la derecha partidaria.
Perón también aprovecho para acelerar la aprobación por parte del
Congreso de un proyecto de ley para reformar el Código Penal, que
había sido enviado por su gobierno en octubre de 1973. Se trataba de
endurecer la represión a la guerrilla e incluia cambios en la figura
de la asociación ilícita y mayores penas contra la tenencia de armas
de guerra. En su mensaje del domingo 20 de enero de 1974, Perón
había prometido que tomaría las "medidas pertinentes para atacar el
mal en sus raíces. El aniquilar cuanto antes este terrorismo criminal
es una tarea que compete a todos".
~
Enojo. Fotomontaje de la reunión en Olivos del 22 de enero de 1974,
cuando Perón lanzó duras palabras contra los "infiltrados", en
alusión a la cúpula montonera.
Pero, la reforma del Código Penal venía siendo resistida por
Montoneros y sus diputados, como el bonaerense Carlos Kunkel, que en
aquel momento era el "responsable", el jefe, en La Plata de un también
joven Néstor Kirchner. Además, tenían objeciones otros diputados
que, sin pertenecer a "La Orga", el sobrenombre de entrecasa de
Montoneros, guardaban buenas relaciones en ese reducto, como Nilda
Garré, la actual ministra de Defensa, y Santiago Díaz Ortiz, en las
huestes ahora de Roberto Lavagna.
A través del secretario general de la Presidencia, Perón invitó a
los díscolos a una reu-nión con él en Olivos. Dijo que quería
conocer sus objeciones, pero les tendió una trampita: ordenó toda
una escenografía y que el encuentro fuera transmito por TV, en vivo y
en directo. En el fondo de la residencia se levantó una tarima y sobre
ella fue apoyado el imponente escritorio del General. Enfrente, al ras
del piso, fueron ubicadas las sillas de los diputados disidentes. Apenas
la treintena de sorprendidos invitados se sentó, aparecieron Perón;
Isabel, que era la vicepresidenta; todo el Gabinete, incluido claro
está, el cada vez más poderoso ministro de Bienestar Social, Jose
López Rega; los titulares del Senado y de la Cámara de Diputados, y
hasta los jefes de los bloques parlamentarios del oficialismo. Muy
bien, señores, ustedes pidieron hablar conmigo. Los escucho. ¿De
qué se trata? abrió el fuego Perón. Los diputados fueron
presentando sus objeciones. Díaz Ortiz, un abogado que había sido
apoderado de Perón durante el exilio del General en Madrid, tenía
cuestionamientos técnicos o jurídicos. "Algunos artículos de la
reforma del Código Penal creaban varias figuras en blanco para que los
jueces pudieran fallar sobre actos de guerrilla. Nosotros decíamos que
eso era un peligro para el funcionamiento de las organizaciones
políticas y sociales, y que cercenaban las libertades políticas y
civiles", recuerda ahora. La respuesta puntual de Perón fue que el
eventual delito de asociación ilícita debía ser configurado por el
juez en cada situación específica, pero el motivo de la reunión no
era, ciertamente, un debate jurídico. En realidad, Perón no los
necesitaba para que el Congreso aprobara sus reformas, sino que
parecía empeñado en otro objetivo: actuar un amplificado reto a los
diputados díscolos y obligarlos a tomar una posición, en contra de
la lucha armada. Les advirtió que quienes no lo harían, debían
considerarse afuera de su Movimiento.
Toda esta discusión debe hacerse en el bloque. Y cuando el mismo
decida por votación lo que fuere, ésta debe ser palabra santa para
todos los que forman parte de él; de lo contrario, se van del bloque.
Y si la mayoría dispone, hay que aceptar o irse. El que no está
contento... se va. Por perder un voto no nos vamos a poner tristes.
Perón era un militar y tenía experiencia en el manejo del Estado:
sabía que su gobierno no tendría mucho futuro si no lograba frenar
la violencia política. Ahí fue cuando sacó a relucir el asesinato
de Rucci y el ataque al cuartel de Azul. En este momento, con lo que
acabamos de ver, en que una banda de asaltantes invoca cuestiones
ideológicas o políticas para cometer un crimen, ¿ahí nosotros
vamos a pensar que eso lo justifica? ¡No! Un crimen es un crimen,
cualquiera sea el pensamiento o el sentimiento o la pasión que impulse
al criminal.
Perón afirmo que había dos caminos para combatir a la guerrilla:
dentro de la ley y fuera de la ley. Dijo que el gobierno no debía
ponerse en el mismo nivel que los insurgentes porque eso llevaría a la
Argentina a "la ley de la selva", pero reclamó leyes más duras.
Queremos seguir actuando dentro de la ley y para no salir de ella
necesitamos que la ley sea tan fuerte como para impedir esos males.
Ahora bien: si nosotros no tenemos en cuenta a la ley, en una semana se
termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a
usted y lo mato, que es lo que hacen ellos. De esa manera, vamos a la
ley de la selva y dentro de la ley de la selva, tendría que permitir
que todos los argentinos portaran armas. Necesitamos esa ley, porque la
Repíblica está indefensa.
Dos días después, el 24 de enero de 1974, renunciaron a sus bancas
ocho diputados de los que, alrededor de 30 que habían ido a Olivos,
entre ellos Kunkel y otros montoneros: Roberto Vidaña, Aníbal
Iturrieta, Armando Croatto y Rodolfo Vittar. Al día siguiente, el 25
de enero de 1974, el Congreso sancionó la reforma de Perón e
inmediatamente después el Consejo Superior Peronista expulsó a los
ocho diputados renunciantes. Poco más de tres meses después, el 1o
de Mayo, se consumaría la ruptura definitiva entre Perón y los
montoneros.
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Fuente: Diario Perfil
Autor: Ceferino Reato
Diario Perfil - 25/01/1974: El dÃa que Perón retó ... Sala de
prensa habilitada